Lee la historia
Hey, Bart, ¿cómo qué hora te parece que es?”
“Como que... no sé, Dwayne, qué hora es?”
“Es hora de comenzar otro de los descubrimientos excelentes, totalmente sorprendentes de... ¡El mundo según Dwayne!” El presentador del programa de televisión por cable se coloca un mechón de cabello detrás de la oreja y sonríe a su compañero Bart. “Nuestro invitado de hoy ha descubierto, según parece, el secreto de la paz interior. Su nombre es Swami Yogui Ybubu. Bienvenido a nuestro programa, señor.”
Un hombre de barba blanca y piel arrugada, vestido con una larga túnica, baja los escalones y aparece en cámara, tomando asiento junto a Bart. Pone las manos sobre las rodillas, con las palmas hacia arriba, como si esperara que alguien le eche M&M.
“¿Debo llamarlo Swami o Yogui?”
Bart comienza a reír disimuladamente. “Cuidado, Yogui,” susurra, mirando a la cámara, “aquí viene el guardabosques.”
“Puedes llamarme Al”, responde el hombre.
“Pues bien, Al,” dice Dwayne, con una mirada de sorpresa a cámara, “¿cómo descubriste el secreto de la paz interior?”
“No he mirado a una mujer en 47 años. Sólo como lo que cae de los árboles que rodean mi cueva. Cuando no estoy comiendo o durmiendo, miro las paredes de mi cueva hasta que encuentro la paz.”
“Y entonces, ¿qué haces?” pregunta Dwayne.
“Paso mucho tiempo mirando capítulos repetidos de La isla de Gilligan. Tengo un disco satelital.”
Dwayne y Bart se quedan mirando fijamente al hombre, hasta que Dwayne se golpea las rodillas con las manos y dice: “Bien... bueno, esto es todo por esta semana.” Se vuelve hacia su compañero y le susurra: “Llama al guardabosques, Bart; Yogui se ha escapado otra vez de Yellowstone”. Luego, con una sonrisa, mira a cámara y se despide: “Hasta la próxima, ¡y buenas noches!”
“Que siga la fiesta, Dwayne.”
“Que siga la fiesta, Bart.”
Dwayne y Bart aparentemente no encontraron muy convincente la historia de Yogui. No es de extrañarse. Sí es posible encontrar paz profunda y duradera en este mundo; es sólo que no sucede como lo dijo Swami Yogui Ybubu. Es uno de los frutos de la vida vertical.
Todo aquel que se convierte en cristiano experimenta paz con Dios. Como dijera el apóstol Pablo, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Nosotros, que alguna vez fuimos enemigos de Dios (Romanos 5:10) hemos sido perdonados, y hemos sido salvados de la justa ira de Dios.
Pero es la vida vertical la que produce la paz de Dios. Isaías se dirigió a Dios con las siguientes palabras: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Ese es el testimonio de la Palabra de Dios; pero, ¿cuántos cristianos experimentan “completa paz”?
Los estudiantes cristianos siguen sufriendo noches sin dormir antes de rendir un examen, preocupados por cómo les irá, si se sentirán avergonzados o decepcionados por sus notas y si serán lo suficientemente altas como para que los acepten en la universidad que eligieron.
Las chicas cristianas se preguntan si algún muchacho las invitará a salir alguna vez, y los jovencitos se preguntan si la chica que les gusta los rechazará cuando lleguen a reunir el coraje suficiente para pedírselo.
Lo peor de todo es que algunas personas, aun después de haberse hecho cristianas, siguen sufriendo la agonía de la preocupación por la escuela, por sus padres, sus amigos, el dinero, y muchas otras preocupaciones y temores sin nombre y sin forma, por ellos y por su futuro. Sus días son frenéticos, y pasan noches terribles.
La promesa de Dios es paz, pero, ¿quién puede decir que conoce realmente la “completa paz”? Aparentemente son muy muy pocos los cristianos que experimentan la paz de Dios. Eso es porque muy muy pocos cristianos tienen sus mentes “perseverando” en Dios.
“Tú guardarás en completa paz”, le dice Isaías a Dios, “a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (26:3). La vida vertical brinda el ingrediente que tantas veces falta en la vida de los cristianos. La comunión constante con Dios, por medio del Espíritu, produce una paz profunda y duradera que todos anhelan, pero pocos experimentan.
Esta paz, “que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), es, en realidad, “la paz de Cristo” (Colosenses 3:15, VP). Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27, énfasis agregado). Así como no tenemos santidad propia, sino que Cristo Jesús “nos ha sido hecho (...) justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30), de la misma manera, “él es nuestra paz” (Efesios 2:14).
Cuando un muchacho o una jovencita comienzan a vivir la vida vertical, disfrutando de constante comunión con Dios, Jesucristo llena su mente y su corazón. Mientras esa persona confíe en Cristo, y deje que el Espíritu de Cristo la gobierne desde adentro, el resultado será paz. Como Dios prometiera por medio del profeta Isaías, “el efecto de la justicia será paz” (Isaías 32:17).
En tus propias palabras
Tómate unos momentos para reflexionar en mayor detalle sobre “la paz (...) que sobrepasa todo entendimiento”, completando lo siguiente:
• ¿Existen áreas de tu vida en las que sientes necesidad de “la paz de Dios”? Explícalas a continuación:
• Según el capítulo que acabas de leer, ¿cómo puede gobernar la paz de Cristo en tu corazón, en esas áreas? ¿Qué sería necesario para que esto suceda? Lee los siguientes versículos en voz alta para ti mismo, y luego tómate unos momentos para responder a la Palabra de Dios en oración.
Romanos 8:6
Gálatas 5:22
Filipenses 4:7
Colosenses 3:15
1 Tesalonicenses 5:23
2 Tesalonicenses 3:16